Yo
te escucho pájara, estás de alarido perro,
hay
quienes te quieren tapar y las moscas
son
señal sin rima. La dulce amiga
se
presenta de aliento bailarina, piel fría y cruel
como
este inocente mundo que compartimos,
varieté
que hay que deducirla sin pensarla
así
llega de repente en su pequeño cosmos
blanco
cuerpecito de abeja obrera, toda hierro y soledad,
quiero
pegado estar por siempre a tus labios en pregunta
porque
para eso busco yo lo que buscabas.
La
tarde se fue y habrá
entonces
habrá sido seducida en otro lado.
Quien aún habla en mi pecho
la
pide en potro alboroto, fuego y márgen.
Los
antiguos hacen silencio
para
indicar el camino mejor pizarnik,
mi
pequeña paloma cantora,
nocturna
sirena que decidió
acongojar
en rumbo señor se marcha,
para no sepultar
lo viejo bajo futuros muertos.
Ella
me mira y su voz
es
una lluvia anciana viajando por brotes humildes
es
leche manantial su mirar establece.
De
la mano nos fuimos bajo las raíces,
manos
pequeñas tiene, como las de la noche, protege
unos
cachorros a la deriva, soñadores y por eso señores.
Me
virgilia ésta huida, modesta danza, frágil como así pompón.
Nunca
dejó de prenderse un pucho cuando quiso
ni
pidió permiso para reir, ni para llorar
por
los cascabeles del amor.
Me
dejó al aire como toda madre,
los
gusanos me comían y reí, y viví por fin.
Toda
búsqueda es un espanto pago, señor,
yo
mi bolsa la tiré, caminé descalzo
comí
lo que encontré, y canto con amor con tristeza
aurora
noble, demente, de colores infantes
de
mi acostumbrada mirada de vez primera volar
me
hace vislumbrar e ir junto a ella
tras
las grandes piezas que ésta fiesta ofrece
para
quien se ponga de pie y cante como si naciera.
Nicolás Silva