sábado, 26 de septiembre de 2015

Pájara de alarido

Yo te escucho pájara, estás de alarido perro,
hay quienes te quieren tapar y las moscas
son señal sin rima. La dulce amiga
se presenta de aliento bailarina, piel fría y cruel
como este inocente mundo que compartimos,
varieté que hay que deducirla sin pensarla
así llega de repente en su pequeño cosmos
blanco cuerpecito de abeja obrera, toda hierro y soledad,
quiero pegado estar por siempre a tus labios en pregunta
porque para eso busco yo lo que buscabas.
La tarde se fue y habrá
entonces habrá sido seducida en otro lado.
Quien aún habla en mi pecho
la pide en potro alboroto, fuego y márgen.
Los antiguos hacen silencio
para indicar el camino mejor pizarnik,
mi pequeña paloma cantora,
nocturna sirena que decidió
acongojar en rumbo señor se marcha,
para no sepultar lo viejo bajo futuros muertos.
Ella me mira y su voz
es una lluvia anciana viajando por brotes humildes
es leche manantial su mirar establece.
De la mano nos fuimos bajo las raíces,
manos pequeñas tiene, como las de la noche, protege
unos cachorros a la deriva, soñadores y por eso señores.
Me virgilia ésta huida, modesta danza, frágil como así pompón.
Nunca dejó de prenderse un pucho cuando quiso
ni pidió permiso para reir, ni para llorar
por los cascabeles del amor.
Me dejó al aire como toda madre,
los gusanos me comían y reí, y viví por fin.
Toda búsqueda es un espanto pago, señor,
yo mi bolsa la tiré, caminé descalzo
comí lo que encontré, y canto con amor con tristeza
aurora noble, demente, de colores infantes
de mi acostumbrada mirada de vez primera volar
me hace vislumbrar e ir junto a ella
tras las grandes piezas que ésta fiesta ofrece
para quien se ponga de pie y cante como si naciera.


Nicolás Silva